domingo, 8 de febrero de 2009

MEDITACION


LA MEDITACION - DHYANA


Cuando uno escucha la palabra meditación la asocia generalmente a una persona sentada, con los ojos cerrados, quieta y sin moverse, y ciertamente esta imagen no es del todo errada con respecto al concepto que nos va a permitir interiorizarnos en este tema. Esta imagen de quietud e inacción tiene que ver en parte con el concepto de meditar.

Retengamos por un momento el concepto de quietud. Esta quietud tiene que ver específicamente con la mente, y cuando nos referimos a la inacción no nos referimos a la quietud del cuerpo sino a la quietud de la mente.


Una persona puede estar perfectamente quieta y sin embargo su mente encontrarse en un estado de hiperactividad o estado rajásico. Su cuerpo puede estar quieto, pero su mente se encuentra saltando de un pensamiento a otro, de una emoción a otra.


Y lo contrario también es cierto, una persona puede estar con su cuerpo en movimiento pero su mente perfectamente quieta.
Desde el punto de vista de la filosofía yóguica el ser humano se encuentra en un estado de ignorancia o avidya que lo lleva a identificarse con el cuerpo y con la mente, y lo lleva a ignorar su propia naturaleza esencial. Esta naturaleza esencial se encuentra más allá de la materia, pero también más allá de la mente y de sus manifestaciónes.


La tradición yóguica dice que detrás de este velo mental y corporal se encuentra el Ser, el Atman, el estado de pura conciencia, cuya naturaleza es de una dicha (ananda) y una paz perdurable, lo cual trae ecuanimidad y un estado de paz interior. Este es el significado de las palabras sánscritas Sat Chit Ananda o Conocimiento Sabiduría y Dicha.
Es por ello que el propósito de la meditación es el de trascender estos velos, trascender las identificaciones con el cuerpo, con los sentidos y con la mente. Y esto no solo es el propósito de la meditación, sino también de todo el Yoga en sus diferentes manifestaciones.
El fin de la meditación es alcanzar este estado de paz profunda en donde se experimenta una dicha y una alegría sin motivo, como la naturaleza esencial del ser humano.


En este estado el sujeto y el objeto desaparecen, quedando solo la pura conciencia.


Es como una taza sumergida en el océano, llena por dentro y por fuera.


Es un punto de conciencia en el universo, con una enorme energía latiendo, la energía de la vida misma, sin motivo, la vida por sí misma. Es una semilla de vida y conciencia replegada en sí misma.
Según las enseñanzas del Yoga esto solo se puede alcanzar de una sola forma: deteniendo los movimientos de la mente.


Solo cuando la mente detiene sus movimientos incesantes, se alcanza este estado de paz profunda y felicidad perdurable y sin objeto.
En un primer acercamiento a esta rotunda e impactante afirmación la mente del occidental se revuelve quedando en un estado de perplejidad absoluto.


En este punto el pragmatismo y racionalismo occidental se enfrenta profundamente a las concepciones orientales, concepciones que por lo demás poseen un acervo de miles de años de antigüedad.
Entonces tenemos que la meditación es un estado de conciencia donde se trasciende la identificación con el cuerpo y con la mente.


Es por ello que se le llama estado trascendental. La mente detiene sus incesantes movimientos, se aquieta completamente.


El meditador experimenta un estado de paz profunda y de alegría inmensa, lleno de energía latente, la energía de la vida misma latiendo desde lo profundo del Ser.

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